La primera vez que vi amanecer
fue en el brazo izquierdo de mi padre.
Ahí
él tiene tatuado un sol caliente
pero congelado:
Un sol que sólo sabe
estar amaneciendo
entre las rocas de su enorme brazo.
Comparado con mi padre
soy un imbécil:
Cada vez que una chica me hace daño
ya me quedo sentado en el caos,
detenido por las riendas del terror.
En cambio,
del día en que murió mi abuela
además del cadáver
sólo recuerdo
que mi padre se limitó a dar un portazo.
Cuando yo era un niño
mi padre era el padre
que podía pegar a todos los padres.
Después, cuando crecí eso me dio igual.
Y él se limitó a ser una sombra cansada de trabajar
que me daba dinero, me regañaba
y todo lo hacía sin preguntar.
Ahora le entiendo. Ahora comprendo su pereza. La apruebo;
le quiero más.
Papa,
No debería darme vergüenza hablar contigo.
¿Sabes que el otro día
una chica me regañó porque era muy pronto para intentar besarla?
Pero es que
ella no entendió
que las farolas se habían puesto de mi parte
cuando se estropearon
justo en el tramo más oscuro de la calle.
Hoy he vuelto a ver a esa chica, Cristina,
y su mirada llena de incomodidad
ha hecho que por hoy
no me apetezca seguir siendo yo.
¿Pero a ti para qué te iba a contar nada?
Tú no sabrías qué decirme, papa. Como mucho
me palmearías el hombro
y me repetirías el consejo con el que me lo arreglas todo:
Hijo, si quieres ligar,
adelgaza ya, coño.
Poesía by Iván Legrán Bizarro is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
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