Cristina está rallada, agobiada por los recuerdos.
El buey pesado del pasado la está rastrillando con demasiada fuerza por dentro.
Me imagino el interior de Cristina y no logro figurármelo como un cuerpo lleno de órganos:
Ahora mismo no tiene ni sangre, ni tejido
ni músculos. Dentro de ella
sólo hay una meteorología salvaje; circula por ella una de esas tempestades
que convierten enormes extensiones de trigo
en hombres muertos gigantes.
Mi pequeña está rallada,
me invento su aspecto mientras vuelve a casa
desde la parada del autobús regresa muy despacio
como si su casa estuviera al final de una montaña;
trepa,
Cristina trepa lentamente hacia su cuarto,
se mueve con la mirada disuelta en el suelo
porque en el suelo casi hay un hombre lejano. Se mueve
hacia su casa
con la misma pesadumbre con la que
un reguero de pólvora encendida
se dirige al lugar
donde va a estallar.
Y encima cuando llega a casa está la mirada de su madre. Ahí es
cuando comienza la pesada tarea de hilar; manufacturar con el pesimismo
un secreto.
¿Por qué cuesta tanto
ser libre
para estar triste?
A mí también me pasa:
estar triste delante de mi madre es como llevar los bolsillos llenos de droga.
Mi madre me hace creer que la tristeza es una cosa ilegal.
Cristina es buena disimulando. Se sale con la suya, su rostro
puede llegar a ser muy normal. Pero si te fijas
puedes darte cuenta de que hay un aullido en el fondo de su cara.
Sólo cuando está tan triste
ella adolece de adolescencia. Se le escapa demasiada pesadumbre de las manos.
Y siempre lo empeora todo
queriendo curarse demasiado pronto.
Seguro que para ella las horas
ahora mismo no son horas; el tiempo ya no forma parte del tiempo,
quizá simplemente se trata de una hemorragia en los relojes; una herida que crece
invadiendo perfectamente los días. La semana se ha transformado
en un dibujo lleno de hectáreas quemadas.
Cristina,
Hay un aullido mezclado en tu mirada.
Me imagino tus ojos, los ojos que has fabricado
para enseñarle a tu madre y a tu novio durante estos días. Seguro que
esos ojos son como una cortina preciosa
detrás de la cual hay un loco
con un cuchillo
escondido.
Te desesperas demasiado.
Todo dolor pasa
y tu corazón es como el resto de los corazones;
un niño atento y listo
que a la mínima que puede reverdece.
Casi todos los sueños siguen el mismo mapa que sigue la lluvia:
Siempre empiezan muy altos,
pero casi siempre terminan siendo tragados por alguna cloaca.
Pero no todos.
Nunca todos.
Qué días más malos, odio que Cristina
tenga que competir con su pasado. Odio que tenga que mancharse de tantas preguntas.
Qué racha
tan nefasta:
Cristina,
mi Cristina,
está rallada.
Poesía by Iván Legrán Bizarro is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
Based on a work at ernestomeobligo.blogspot.com.
Me gusta la figura de la hemorragia de los relojes, es muy visual. Sí, a veces el tiempo es una venita rota en la muñeca. Y después está la melancolía ilegal que nos convierte en fugitivos... Todo un mundo en estado puro.
ResponderEliminarUn saludo.
Estos dias comparto un sentimiento identico al de Cristina. Es un estado el cual, como tú defines, no quieres que se aprecie por los demas, pero quien te conoce bien lo aprecia.
ResponderEliminarLa tisteza, ese fantasma que viene y se va de nuestra vida constantemente, el cual és duro soportar. Dando igual el motivo, el dolor es exactamente el mismo, solo depende el tiempo que pueda durar. Bonito poema, almenos Cristina tiene un hombro el cual desahogar sus penas.