La primera vez que te vi eras una niña.
Y yo también era un niño:
La cámara enfocaba con mimo
a una pilla de 12 años
que fumaba a escondidas un cigarrillo.
Luego te perdí el rastro
durante los años tontos
en los que sólo pude dedicarme a crecer.
Pero por fin
después, sin saber que nos reencontraríamos, volví a verte
en V de Vendetta
y me angustié contigo mientras te rapaban la cabeza; ya el resto de la peli,
tuve que verla
con el corazón liderado por un vago desconsuelo y
por una vaga tristeza.
No sé si sales por ahí o no
los fines de semana
de fiesta.
Pero cada viernes y cada sábado
no me puedo ir a la cama hasta las tres o las cuatro,
cuando creo que ya es casi seguro que estarás a punto de irte a dormir, cuando
ya puedo pensar, más tranquilo,
que ya habrá pasado esa franja de la noche
en la que puede ser que hayas estado
follando con quien sea.
Voy a contarte algunas cosas que -como sabemos- nunca llegaré a contarte en realidad:
Cuando vuelvo de acompañar a Irene en tren, de noche,
en mi trayecto apenas hay túneles de hormigón. La noche es el túnel
hasta que las hileras de farolas
le regalan a la oscuridad un esqueleto precioso.
Aquí -y tú nunca vas a saber dónde queda eso-
hay un parque, al lado de casa,
en el que el viento pone muy nerviosa a la hierba,
a toda la hierba,
a la inmensa extensión de hierba.
Natalie, pensar en ti
es igual de frustrante que pensar en lo inesquivable de la muerte: He de morir un día,
(no me congelarán,
no me despertarán cuando se haya inventado la vida eterna)
y mientras viva
tú y yo nunca charlaremos
ni seremos amigos
ni se cruzarán nuestras vidas.
Ahora es abril, Natalie.
A las tres de la tarde el calor es casi el único habitante de la calle. Las carreteras parecen largas tiras de goma
tiradas en el suelo para dormir la siesta. A las tres de la tarde
no sé si son graciosos o si son tristes los semáforos
que le dan instrucciones a un mundo vacío; su código intenta
regular la nada.
A veces
cuando estoy medio dormido
la corriente hace que tiemble un poco la puerta de mi cuarto,
suena como si llamaran a mi puerta. Es un golpe leve, educado,
tal y como pienso que llamarías tú con tus nudillos
si quisieras pasar un momento por mi cuarto.
Si vinieras, Natalie, podríamos jugar y hablar de política
en mitad de la hierba. Esa hierba
que cuando la mueve el viento
se parece a un puñado de jóvenes llenos de piercings empujándose en un concierto.
También (está cerca) te llevaría a la playa
y juntos encontraríamos ese sitio en donde Whitman decía
que las gaviotas reían con una risa casi humana.
Serían las horas más vivas
las horas muertas contigo.
Quiero verte,
mucho.
Pero a ti qué te importa,
mi dulce,
mi querida,
mi desconocida Natalie Portman.
Poesía by Iván Legrán Bizarro is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
Based on a work at ernestomeobligo.blogspot.com.
Mueva hilos y hágaselo llegar...
ResponderEliminarSiempre puede decir que Ernesto le obligó.
Fdo.,
A.