jueves, 24 de junio de 2010

Ayer Irene estuvo enferma

Esto no es un poema. Es la cara de angustia que tuve ayer
durante todo el día.

Ayer Irene estuvo enferma.

En esta ocasión no voy a hablar de lo que Irene o yo sentimos:
Ella ve unas luces apagadas.
Yo continúo viendo unas luces encendidas.

Hoy he presenciado por la calle
un par de letras de la sigla desconocida
de mi relación con Irene:

Primero he visto una pareja de novios adolescentes. Ella
le besaba a él en la mejilla. Sin obscenidad.
Sólo en la mejilla.

Después

he visto cómo una chica de 15 o 16 años
le iba repartiendo patatas fritas
a su hermano pequeño de 5 o 6.
La bolsa era muy pequeña
y las patatas parecían orejas doradas. Relumbraban y destellaban al sol
como si las hubieran traído con vagonetas
desde el fondo de la tierra.

Todo esto da igual. Lo que me importa
es que ayer Irene se encontraba mal.

Ingresó urgentemente en un hospital apartado. Se dejó el móvil en su casa.

Cuando Irene se encuentra mal
me comporto como un edificio supersticioso y agrietado.

La paranoia
entra en erupción
y mi sentido común
se la mira con la misma mirada fatigada
con que un peluquero observa a cualquier cosa grande y desordenada.

Todo el rato. Cada hora
imaginando a Irene tumbada en una cama escueta y funcional. Las sábanas impersonalmente blancas estaban perfumadas
con la nada. Dicen
que los enfermos no pueden soñar en el hospital. No me extraña,
debe ser
porque sus camas no huelen a nada.

Ella.
Ella en ese camastro de estructura lógica, planificada para ser transparente,
Irene aprieta su barbilla. Un doctor
viene a verla para controlarle la respiración.
Levanta su camisón y le pulsa en las costillas.

Estoy seguro
de que alguna vez he estado a punto de soñar con esas costillas.

El médico finge profesionalidad, apenas mira el ombligo de Irene
pero lo ve
y sabe tan bien como yo
que ese ombligo es una letra “c” con la tinta corrida.

El doctor se despide limpiamente
-Hasta la siguiente visita.

Quiero llamarla. Quiero saber cómo está. Incluso saber
si necesita alguna pieza de mi cuerpo. Su móvil suena
pero la llamada se estampa y unta de sonido para nada
las paredes de su casa a toda prisa ensombrecida
y vaciada.

Esto no es un poema. Es mi espanto de ayer
y también es
mi alegría bestial,
mi amor sin ficciones,
al saber
que Irene ha vuelto a casa
y ya está casi del todo bien.



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Poesía by Iván Legrán Bizarro is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
Based on a work at ernestomeobligo.blogspot.com.

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